Antes de comenzar a
plantear lo expuesto por René Descartes con respecto a la moral, primero es
preciso hacer la distinción que éste filosofo del siglo XVII se encuentra
dentro de la corriente de pensamiento racionalista, definida por Ferrater Mora
en su tercera acepción “Como expresión de la teoría que afirma que la realidad
es, en último término, de carácter racional” [1].
De esta manera, por
fundamentar el conocimiento en la razón y otorgarle explicación al mundo en
términos lógicos-matemáticos mediante un método en desprecio a la sensibilidad,
Descartes se considera como el mayor exponente racionalista de la Filosofía
Moderna, sin embargo, en el devenir histórico el racionalismo ha tenido otros
exponentes tales como: Leibniz, Malebranche, Spinoza y Hegel por mencionar a
algunos.
La característica más
relevante de esta corriente es que la razón se considera como la única facultad
para obtener conocimiento de la verdad, sin necesidad de oponerse a la fe pero
sí a los sentidos, la imaginación y las pasiones, ya que, pueden engañar al
hombre. Generalmente, los racionalistas buscan un nuevo método con el cual se
pueda llegar a la verdad y suelen estar de acuerdo a que las ideas innatas son
el primer principio de conocimiento.
Paralelamente al
racionalismo se encuentra el empirismo, cuyos representantes han estado
presentes de igual manera en contraposición a los racionalistas de cada época:
Francis Bacon, George Berkeley, John Locke, David Hume, entre otros. Ferrater Mora
lo define como una “…doctrina filosófica y en particular gnoseológica según la
cual el conocimiento se halla fundado en el empirismo.”[2] Sin embargo, a ambas corrientes les
interesa el conocimiento.
Siguiendo lo expuesto
por el mencionado autor, la característica más relevante del empirismo es que
el hombre es considerado como el receptáculo de las representaciones del mundo
exterior. Los sentidos son los medios por los cuales se toma el conocimiento,
llamado idea o sensación (para Locke y Berkeley idea; y para Hume sensación).
El método utilizado es el experimental o inductivo, usado por la ciencia para
basar sus hipótesis. De esta manera, se plantea así una doctrina moral basada
en los hechos.
Planteadas las
características de la corriente racionalista y empirista, expondré los
elementos más relevantes de los aspectos morales, sociales y la relación con
Dios existente en la obra El Discurso del Método de Descartes.
Descartes plantea en
la tercera parte del Discurso del método, una moral provisional
compuesta por cuatro reglas. En la primera se establecía a obedecer las leyes y
costumbres de su país, así como la religión en que había sido instruido; la
segunda radicaba en realizar sus actos con la mayor energía y firmeza de que
fuera capaz; la tercera se refería a vencerse a sí mismo antes que a la fortuna
y alterar sus deseos antes que el orden del mundo; y la cuarta buscar siempre
la verdad. Entonces en esta moral se plasman las condiciones necesarias para existir
y para investigar la verdad de las cosas.
Existen muchas
interpretaciones del significado de la “moral provisional” cartesiana, basta
con leer el primer párrafo de esta parte del libro para entender que la moral
planteada es para ser usada en esos espacios entre el derribo y la
reconstrucción de tendencias, pensamientos, posturas, actitudes, etc.
Corresponde una referencia obligada para cada nuevo paso que damos y con la
cual podemos vivir satisfactoriamente.
La moral del Discurso
es necesaria para Descartes porque con ella puede seguir instruyéndose. Saber
cómo actuar ante la vida le permitiría cumplir con su meta (encontrar la
verdad) sin caer en irresoluciones.
Así, librándose de
los excesos decide guiarse por las convicciones de los hombres más sensatos y
suspender las suyas propias para examinarlas, pues advierte que si bien puede
permanecer inseguro en sus juicios, no puede hacer lo mismo con sus acciones
“...para no permanecer irresoluto en mis acciones mientras la razón me obligaba
a serlos en mis juicios, y para no dejara de vivir en adelante lo más
acertadamente que pudiese, me formé una moral provisional…”[3]
En este sentido,
según la segunda máxima, la moral provisional refleja dificultades para
pronunciar juicios valorativos correctos debido a las exigencias de la vida
cotidiana que, al no admitir dilaciones, obligan a dar respuesta cuya verdad
aún no ha sido examinada lo suficiente, pero que, sin embargo, exigen total
determinación. No obstante, Descartes resuelve en tomar aquellas opiniones más
probables o seguras que no le permitan tener sorpresas negativas como
morir, caer en la insensatez, el arrepentimiento o extraviarse en el camino.
Es posible observar
que la primera y segunda máximas de la moral provisional, alude al intento
racional de Descartes por encontrar un fundamento de verdad con respecto a los
actos. Se plantea así una estrategia para el accionar del hombre dentro de la
sociedad, cuando aún no es capaz de juzgar correctamente, ya que, para
Descartes “…sentía un deseo extremado de aprender a distinguir lo verdadero de
lo falso, para ver claro en mis actos y andar seguro por esta vida”.[4]
Luego, en la tercera
máxima Descartes declara desprenderse de los bienes exteriores inalcanzables
para aferrarse a sí mismo. Esta regla moral atiende a que actuar con nuestros
propios recursos y controlarlos nos llevará al buen vivir y a no ser despojados
de la fortuna que hagamos con ellos. Desear sólo lo alcanzable por uno mismo
constituye para el mencionado autor, la mejor manera de vivir para no padecer
de descontento.
Estas tres máximas aseguran la adquisición de
conocimiento por lo que Descartes, se siente satisfecho tanto así que explica la
relación con Dios:
…pues
habiendo dado Dios a cada hombre alguna luz con que discernir lo verdadero de
lo falso, no hubiese creído ni por un momento que debía contentarme con las
opiniones ajenas, de no haberme propuesto usar de mi propio juicio para examinarlas
cuando fuera tiempo; y no hubiera podido librarme de escrúpulos, al seguirlas,
si no hubiese esperado aprovechar todas las ocasiones para encontrar otras
mejores, dado caso que las hubiese; y, por último, no habría sabido.[5]
Al final de esta
parte, pareciera que Descartes cumplió con lo que quería demostrar, la promesa
de felicidad o contento se complementa con el conocimiento de la verdad,
obtenido a través del método pero con la ayuda necesaria de Dios que le permite
dilucidarla. En todo caso, en la medida en que Dios es el fundamento último de
la certeza, representa la clave de la bóveda del sistema cartesiano.
Referencias Bibliográficas
Descartes, R. Discurso del método. Barcelona: Orbis. 1983.
Ferrater Mora, J. Diccionario de Filosofía abreviado. Buenos Aires:
Argentina. 1982.
[1] Ferrater Mora,
J. Diccionario de Filosofía abreviado. Buenos Aires:
Argentina. 1982. Pp. 349-351
[2] Ídem, p. 129.
[3] Descartes,
R. Discurso del método. Tercera Parte. Barcelona: Orbis. 1983.
p. 63
[4] Ídem. Primera
parte. p. 43.
[5] Ídem. Tercera
parte. p.67.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Coloca aquí tu comentario. Me gusta saber la identidad de los que comentan así que debes tener cuenta google ;)