
Éste sistema, denuncia
que los bancos centrales son el producto directo de dos perspectivas
controladoras que pretenden restringir las libertades económicas y la
prosperidad generalizada en la sociedad: la primera, el programa mínimo que
propone el marxismo para el «desarrollo» económico de una sociedad socialista,
y el segundo, el pacto de derechas disfuncionales que ocurre cuando las elites
mercantilistas-parasitarias que aspiran a sustraer un buen porcentaje del
presupuesto público a través de subsidios, se asocia con las elites político-legislativas
del aparato burocrático-estatal para facilitar la intervención discrecional de dichas
élites de mantuanos en la economía, protegiéndolas de la competencia a cambio
de privilegios económicos y financiamiento de sus campañas políticas.
El subproducto
principal de los bancos centrales, es la producción de dinero inorgánico que
permite jugar con el valor de la moneda según los intereses de las élites políticas y mercantilistas en un momento dado, con el propósito de alentar o
desestimular artificialmente el valor de ciertos mercados creando las llamadas
burbujas, que ralentizan la movilidad social a través del trabajo y el ahorro,
al tratar de imposibilitar que un trabajador promedio con un salario razonable,
sea capaz de superar la pobreza en un periodo determinado de tiempo.
Otro propósito de la
presencia de dinero impreso por el gobierno es permitirle a las élites
mercantilistas y burocrático-estatistas, la recuperación rápida de sus
inversiones, al disponer de la cantidad deseada de moneda inorgánica para el
pago de gastos, costos y deudas internas, mientras que ahorran en divisas, lo
que hace que los agentes demandantes en el marcado (clientes y consumidores),
nunca encuentren un precio estable de los productos básicos, lo que le
imposibilita sistemáticamente el ahorro, y por lo tanto, la capitalización de
su trabajo en bienes de capital como una casa propia o un vehículo.
Entonces, la propuesta
del liberalismo clásico del retorno al patrón oro se basa en que éste sistema monetario
le facilita al trabajador más humilde la capitalización de su trabajo al
recibir como pago dinero que aumenta de valor de forma sostenida a través del
tiempo, y que la libre competencia embebida en un libre mercado, le ofrece más
y mejores productos y servicios a precios estables o en baja, en comparación
con sus ingresos consolidados en el tiempo.
Como es sabido, el
valor del oro no ha hecho sino aumentar de forma sostenida durante los últimos
200 años. Una masa limitada de dinero, evitaría que éste se concentrara en
pocas manos, dado a que el valor de la intervención de los obreros y
profesionales en el desarrollo del PIB generará una distribución y rotación
constante del oro en la economía, lo que generaría a su vez, una sociedad que
en su mayoría se conformaría por una
clase obrera y profesional con calidad
de vida clase media internacional, mientras que el porcentaje de pobres y
de élites millonarias serían minorías, porque constantemente se estaría
moviendo la economía en favor del cliente y del consumidor, y se orientaría con
mayor fuerza hacia la satisfacción de viejas y nuevas necesidades, en lugar de tratar
de favorecer a la mercancía o al distribuidor de servicios per se, situación
que envilece las relaciones comerciales, porque en una economía en que los
bienes y servicios tienen más valor que el dinero, las compras nerviosas, el
acaparamientos y la especulación es un tema común que termina socavando la
confianza general de la sociedad en torno a los agentes económicos.
Es obvio que en una
economía basada en el patrón oro, la inflación deja de existir y los colapsos
financieros son una posibilidad remota, dado a que la cantidad de oro, al ser
limitada, es fácil de monitorear, y el crecimiento de ciertos mercados sería
vegetativo y no exponencial, dado a que se limitaría el acceso a créditos de
alto riesgo al colocar las tasas de interés relativamente altas, y así,
privilegiar el ahorro en lugar del consumo, el crédito y el préstamo que impulsan
a muchos mercados hacia crisis cada vez más difíciles de superar.
Por otra parte, el
patrón oro al poner el poder del lado del consumidor o cliente y hace patente
la democracia no tutelada por el Estado y sus chantajes ideológicos al poner a
cada cliente o consumidor a elegir libremente en qué opción ofrecida por el
mercado coloca su dinero, recompensando o sancionando al proveedor según lo
haga bien o mal, tomando en cuenta que los mercados se vuelven no sólo más
exigentes en temas tales como calidad y precio, sino que con el tiempo se han
vuelto cada vez más éticos en temas como situación laboral y trato al talento
humano, conservación del medio ambiente y la gestión de fundaciones filantrópicas,
por ejemplo.
Este modelo de democracia basada en la libre elección en el
mercado, impulsa a que los pobres con el paso del tiempo, sean capaces de
superar la pobreza al menos, la material, en un periodo razonable de tiempo,
empleando para ello su trabajo, sus ahorros y sus elecciones en el mercado como
medio de poder a través de la economía, lo que fortalece las relaciones
sociales basadas en el estatus (meritocracia) alcanzado por el esfuerzo personal,
lo que encamina a la ciudadanía en general, a alcanzar múltiples círculos
virtuosos.
Referencias
bibliográficas
Dussel,
E. Principios éticos y economía. Signos
filosóficos, n 6, 2001 p: 133-152.
Hernández,
A. Amartya Sen: Ética y economía. Cuadernos
de Economía, v. XVII, n 29, Bogotá, 1998, pp: 137-162.
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