
Considerando lo expuesto por Platón, lo bello
es una idea que contiene principios universales, absolutos y se encuentra en el
mundo suprasensible, en su estado puro de verdad. Con esa cualidad toca los
aspectos transcendentes del alma, siendo parte de su esencia. Pero también
posee participación en la naturaleza del alma, especialmente es su aspecto
decadente, pues lo bello es palpable dentro del mundo real.
Entrando en detalle, nosotros en el mundo
sensible participamos de esa idea de belleza; que se puede
explicar como una conexión con el ser, pero las cosas no son el
ser; tal como un espejo que sólo muestra nuestra representación (concepción que
Immanuel Kant luego desarrollaría en el capítulo Estética trascendental
de la Crítica de la razón
pura, puesto que sólo
vemos representaciones fenoménicas no las cosas como son en sí mismas),
entonces, es así como las cosas bellas participan de la idea de belleza. Y esto lo afirma García
Bacca (1945) al explicar que:
Lo real nos es dado en diversas formas
y figuras que a los sentidos se descubren sin más en sus diferencias y matices;
pero notar y caer en cuenta de que tales figuras son “participaciones,
semejanzas o imitaciones de”, la aparición de su carácter simbólico o
descubrimientos de su carácter alusivo, se trasforman de figuras sensibles en
inteligibles; adquieren un cierto carácter de eidos; son abstraídas y
levantadas al orden inteligible; mejor impelidas y arrojadas, puestas en actual
tendencia w intención trascendente hacia ideas en sí. (p. 280).
Para Platón, el alma se encuentra en una
constante búsqueda de las imágenes del absoluto (en nuestro caso particular de lo bello), mediante las
cosas que lo imitan, ya que, como el hombre no tiene acceso directo a lo bello
en sí, existe la pulsión latente (para García Bacca es tendencia, ansía,
anhelo, apetito, etc.) de conseguir aquello a lo que se asemeje más
cercanamente a la idea de belleza, pues en nuestra realidad no hay algo que sea
considerado la cosa más bella, sino lo más bello dentro de una especie, de
nuevo el problema está dentro del plan óntico y ontológico.
Para que el alma tenga trascendencia, Platón
explica que se necesita de unos tipos de locura, que sirven como fuente
liberadora de la potencia que se encuentra en nosotros mismos y que necesita
autosuperarse para alcanzar al absoluto: la manía (arte adivinatorio), el culto
religioso, la poética y la filosofía. Es obvio que para crear cosas bellas y
apreciar la belleza en donde no todos la ven, se necesita estar un poco “loco”
en el sentido platónico, considero que para ello se necesita ser seguidor de
cierto culto religioso, poeta o filósofo.
En cuanto al culto religioso, un ejemplo de
ello son los Diablos danzantes
de Yare, para algunos puede ser una manifestación un poco exacerbada,
frenética y escandalosa pero para el “loco” que sigue el sincretismo y en
especial el de nuestro país, lo considera sublime, lleno de armonía, con un
gran carga cultural que merece admiración, respeto y difusión.
Con respecto al poeta, éste no es más que un
artista de la palabra, cuyo proceso de creación produce una conexión con ese espacio
íntimo dentro de sí. Más que tener contacto con el otro requiere con mayor
necesidad el acercarse a sí mismo, recordando vivencias, sensaciones y
emociones; pudiendo ser lo más semejante a la ataraxia. Su producción, que
siempre es bella por la armonía que contiene, no es más que una revelación de
su locura.
Y por último, la filosofía es un proceso
reflexivo que finalmente indica el rumbo hacia donde nos dirigirnos, en
cualquier ejercicio investigativo que realicemos y de cualquier ámbito del
conocimiento. Gracias a ella, surgen nuevas interrogantes y un constante fluir
de conocimiento que hace que el camino sea más escabroso, casi interminable,
sin embargo, para un filósofo el hambre que existe por la sabiduría es mayor
que cualquier obstáculo que se presente. Ese proceso es bello por sí mismo y
mantenerse en ese camino, sabiendo que es interminable, es estar verdaderamente
“loco”. García Bacca (1945) en este aspecto explica lo siguiente “La filosofía
la poseemos los hombres en cuanto hombres bajo forma de filo-sofía: de ansias,
amor, tendencias, apetencias o intención hacia Sabiduría.” (p. 281).
Estos tres tipos de locura tienen algo en común,
poseen un conocimiento a
priori que les permite a cada
uno apreciar la belleza de las cosas, que le son sensibles a su facultad. De
esta manera, por ejemplo, el poeta identifica la palabra que posee armonía y el
filósofo posee la tendencia a acercarse mejor a la verdad que cualquier otro.
De lo anteriormente expuesto se puede
concluir dos cosas:
- Que lo bello en el ser humano cumple la
función de nexo con la idea platónica de belleza y por tanto, cualquier cosa
puede participar de ella encontrándose dentro de cualquier nivel de la escala
de belleza, más no podemos conocer la belleza en sí misma. La belleza posee la
dualidad de estar en el mundo inteligible, el absoluto, y el mundo terrenal.
- Que la belleza está llena de subjetividad y
el hombre es quien le otorga vida al concepto cuando emite en juicio, por
tanto, es un hecho que la belleza es meramente percepción humana teniendo dos
características: 1- La belleza está en el ser humano como principio
inmanente, es decir, que se encuentra encerrada en nosotros mismos y 2- La belleza
sale al exterior como causalidad trascendente de un tipo de locura, es decir,
que el ser humano puede sacar de su potencialidad interna a la belleza y
hacerla acto, siempre bajo la condición de que sufra de un tipo de locura, y
tal materialización es capaz de permanecer en el tiempo.
Referencia Bibliográfica
García Bacca, J.
(1945). Hipias mayor; Fedro. México: UNAM.
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