Yorbis Esparragoza | Filosofía antimarxista

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viernes, 24 de noviembre de 2017

Gobernabilidad de la Nomenklatura

Gobernabilidad es una palabra compleja, etimológicamente se refiere a la habilidad de gobernar. De acuerdo con Camou (2013), como el término es un sustantivo abstracto, es decir, que designa cualidades o propiedades que deben habitar en algo para existir, entonces, la gobernabilidad significa: calidad, estado o propiedad de ser gobernable. Al entender a los gobiernos como instituciones políticas, la gobernabilidad se referirá a la capacidad de aplicar decisiones en este campo de las relaciones societales y al estado de equilibrio o grado de gobierno que se genera para una sociedad.


Existe una relación entre gobernabilidad y la forma de gobierno de una nación (sea república, democracia, monarquía, tiranía, etc.) que debe ser complementaria, es decir, retroalimentarse. La gobernabilidad en democracia, entendida como partidos, elecciones, parlamento, participación, control ciudadano, instituciones, etc.; se desarrolla con unas condiciones mínimas: “depende de una serie de acuerdos básicos entre las élites dirigentes, los grupos sociales estratégicos y una mayoría ciudadana” (Camou, 2013, p14). Para detallar, según Bobbio (1986) una forma de gobierno será considerada democrática sólo si se cumple que:

-     Los sujetos involucrados son personas mayores de edad, lo cual se entiende que son responsables de sus actos y elecciones,

-     La toma de decisiones se rige por el principio de la mayoría y,

-     Se encuentran garantizadas un conjunto de libertades básicas (de información, opinión, reunión, asociación, etc.) que aseguran a los involucrados elegir las opciones políticas ya establecidas, sin que afecten sobre ellos mecanismos de coacción.

En los siglos XIX y XX la democracia se consolida como una forma de gobierno posible en la sociedad, no directa y participativa sino como representación y competencia entre los partidos políticos para resolver temas referentes al Estado. Dichas bases son las que ataca todo aquel que fomenta la antipolítica, al negar la competitividad institucional y los controles de los abusos de poder y corrupción, condición necesaria para darle la oportunidad a antinstitucionalistas, militaristas, autoritarios, demagogos y oportunistas que favorecen a unos pocos y dañan al resto de la ciudadanía.

Entonces, gobernabilidad y democracia son un engranaje, dependiendo de las decisiones tomadas en el ejercicio del poder político se le mide desde su eficiencia, legitimidad e institucionalidad. Estas tres dimensiones suponen responder a la ciudadanía de manera planificada, transparente, eficaz, diligente y respetuosa a los intereses y necesidades comunes; la creación y vigilancia de amplios acuerdos transparentes (nacionales e internacionales) que respeten los las libertades individuales, consensuados con la ciudadanía, lo cual otorga confianza en las decisiones gubernamentales, reflejadas en la rendición de cuentas; y por último, responsabilidad, representatividad y control en el ejercicio del poder alcanzado mediante elecciones libres.

Pero, como la democracia es la desviación de la república (Aristóteles, III, 3, 1279b 5) y existen registros históricos que la describe como una forma de gobierno corrupta[1] gracias a la práctica de la demagogia (ídem), se genera el gobierno tiránico (o despótico) definido por Bobbio (1986) como “aquella forma de gobierno de un hombre, que nace como efecto de la descomposición a la que ineludiblemente lleva el gobierno popular” (p. 128), es decir, del proceso de elecciones se puede perfectamente llegar a la tiranía, que surge de paulatina abolición del estado de derecho y la degradación o inexistencia de la independencia de poderes (propio de una república), sumado a las prácticas demagógicas de sus líderes que incluye apelaciones a emociones, prejuicios, esperanzas y miedos del público para ganar poder político, frecuentemente mediante el uso de la propaganda y la retórica.

De este sistema pervertido, surge una élite gobernante seducida por los privilegios del poder, cuyas prácticas demagogas envilecen a la ciudadanía para hacerlos ver justos, buenos, responsables, necesarios y filántropos. Son justos porque quitan a los ricos para darle a los pobres, buenos porque de a poco ahogan al sistema que los oprime, responsables porque se encargan de sectores de la población que nunca antes habían sido atendidos, los mal llamados “desposeídos”; se consideran necesarios porque crean una dependencia propia del Estado de bienestar ofrecido, además de que revindica una lucha social común; y por último son humanistas, justicieros sociales, la igualdad social es una de sus máximas, el rechazo al individuo para enaltecer lo común. A éstos seres iluminados se les dio un nombre: la nomenklatura.

En 1980, el historiador soviético Michael Voslensky publica el libro La nomenklatura: los privilegios de la URSS. En esta obra, se muestra el rostro del verdadero poder de la URSS, unos setecientos cincuenta mil privilegiados que se hicieron burgueses (sumados a sus familias resultaban ser el 1,5% de la población rusa), incluyendo al autor. Explica así por nomenklatura: aquellos que ocupan los puestos claves del enorme imperio de la URSS, los “explotadores” del pueblo ruso.
¿Qué tipo de personas son las encargadas de comandar tal poderío? En 1917, el partido bolchevique llega al poder vendiendo la idea de que sería una revolución de obreros y campesinos ya que “el problema capital de toda revolución, es sin duda, el problema del poder del Estado. Qué clase social tiene el poder en sus manos: todo depende de eso” (Lenin cp. Voslensky, 1982, p. 48). En realidad, quienes llegaron al poder no fueron los obreros pobres, sino los nobles, intelectuales y burgueses. Se crea así una nueva clase dominante, que va en contradicción con lo expuesto por los mayores defensores de la lucha de clases, sus maestros, Karl Marx y Federico Engels en el Manifiesto Comunista de 1848[2], cartilla elaborada para que los socialistas del mundo lleguen al poder y destruyan al capitalismo.

Según Volensky (1982) la nomenklatura gozaba de numerosos privilegios que la hacía muy distinta al proletariado empobrecido: apartamentos lujosos, comidas en restaurantes costosos, viajes por todo el mundo, casas de campo, bonos mensuales, sueldos muy por encima a la media, choferes, ropa de diseñador, joyas, carros lujosos y por demás, lo que ambiciona todo político: mucho poder. Se crea así una élite burguesa con un sentimiento resentido y vengativo del sistema capitalista, de la generación de riqueza, de las libertades individuales, de la libre competencia; a pesar de que practicaban un micro capitalismo en su organización como imperio, lo que la hace una absoluta incongruencia entre la ideología y la práctica.

En este sentido, la oligarquía obrera no poseía como ideología ni al marxismo ni al leninismo, sino las actitudes de la nobleza, antigua clase dominante feudal rusa. Con características patrióticas, privilegios y honores; ejercían el poder en el ejército, la economía y toda la administración pública. Solo se valieron de la terminología socialista para conseguir sus propios intereses. Ejercieron el poder viviendo como burgueses pero criticando al capitalismo, sus instituciones y sus métodos para la producción de la riqueza.

De esta manera, se crea una farsa que se repite en cada uno de los modelos socialistas practicados en la historia, ya que, luego de la muerte de Stalin, no dejó de existir. Con el advenimiento de Krushev se creó una nueva nomenklatura, manteniéndose la antigua mientras se sometiera a la de turno, existiendo un pacto implícito, que reflejaba el espíritu de camaradería[3], algo muy importante para mantener la corrupción, crímenes de diverso tipo y su doble moral en secreto.

Por otro lado, renunciar a las prerrogativas provenientes de la corrupción propia de este tipo de regímenes no era opción. Al desplomarse la URSS las hermandades mutaron en mafias que mantuvieron el control sobre el petróleo, tecnología y armamento; básicamente por lo que es conocida Rusia hoy en día.

En este sentido, la URSS creía que los países atrasados debían ser el frente de una “Revolución Mundial” con sede en Moscú, entonces, la nomenklatura actúo y se esparció desde la Revolución Rusa (1917) hacia la Revolución Mexicana (1911), Revolución Cubana (1953) y demás gobiernos despóticos como Allende en Chile o Perón en Argentina. El odio en contra del capitalismo (representado por los imperios, específicamente por EE.UU) fue importado a Latinoamérica por el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, entrenado por la III Internacional Socialista, Rangel (2009) explica que al fundar la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en México en 1924, se instala este movimiento que no sería ni nacional ni internacional sino latinoamericano y que tendría como objetivo la unidad social, económica y política de la región, puesto que el sistema capitalista era “asfixiante”, a saber:

En América Latina, concluyó Haya, existía un sistema capitalista bastardo, deformado, por lo cual no podía esperarse un desarrollo capitalista clásico, conforme a los análisis y las predicciones hechas por Marx y Engels con relación a Gran Bretaña, Francia o Alemania. Junto a una burguesía incipiente, débil, vinculada no a un sector industrial nacional (inexistente), sino al comercio de importación, coexistía un sector feudal, cuyos beneficiarios, los latifundistas, ejercían en la práctica el poder político, aliados con los ejércitos y con la iglesia. La industria, allí donde superaba el nivel de las pequeñas manufacturas y artesanías, estaba en manos de capitalistas extranjeros. Lo mismo la infraestructura básica, los ferrocarriles, las instalaciones portuarias, etc. Las exportaciones se generaban, sobre todo por la acción de este capitalismo extranjero, imperialista. (p. 189).

Lo expuesto por Haya de la Torre en la cita, describe la típica actitud del resentido colonizado por un imperio. Es el buen salvaje que lejos de conservar el advenimiento de la civilidad y tecnología a su tierra, se quedó con las humillaciones a las que fueron sometidos sus antepasados, encargándose de destrozar las relaciones internacionales de los avances conseguidos, con el desarrollo de una revolución nacionalista por el rescate de lo que “les fue robado” y que se traduce en involución, pobreza, hambruna y enfermedad. Básicamente, la APRA establece lo siguiente: 1. Acción contra el imperialismo yanqui, 2. Unidad de la América Latina, 3. Nacionalización progresiva de tierras e industrias, 4. Internacionalización del Canal de Panamá, y 5. Solidaridad de todos los pueblos y clases oprimidos. (Rangel, 2009, p.190).

¿Cómo se logró esto? La nomenklatura supo detectar que en todo país colonizado dependiente (por lo que no queda exenta Latinoamérica) no se han superado los profundos “patrones sociales de dominación y sumisión que le impusieron los conquistadores” (ídem, p. 135). Lenin había hecho su propia ideología, inspirada en Marx pero diferenciándose en cuanto a que la Revolución Mundial no debía darse en la metrópolis (era ineficiente por verse seducida por reformas en niveles de vida y condiciones de trabajo) sino en los países coloniales dependientes cuyo resentimiento hacia el imperio dominante era explotable.

Se desarrolla así una latinidad que desperdicia su energía en mantener vivo el pasado en el presente, siendo una mala copia de los conquistadores, lo cual “reflejan simultáneamente nuestras carencias y nuestros apetitos, lo que no somos y lo que deseamos ser, y que inventamos por desesperación” (Octavio Paz cp. Rangel, 2009, p. 156). Una desesperación que impulsa cada vez más el resentimiento y no el deseo de superación.

La nueva nomenklatura Latinoamericana

Los partidos comunistas en Latinoamérica nunca habían sido numerosos pero si influyentes, específicamente como escuela de dirigentes políticos que luego harían activismo entre intelectuales y artistas para hacer reformas no solo políticas y económicas, sino también culturales (Rangel, 2009). La nueva nomenklatura no dejó de ser mafiosa: evasión fiscal, malversación de fondos, sobornos y lavado de dinero son algunas de sus características.

De acuerdo con Rangel (2009) la explosión revolucionaria no precisamente se originó en los partidos comunistas ni movimientos sindicalistas, realmente fue una lucha de clases contextualizada entre latinoamericanos y anglosajones, que encajó perfectamente dentro de los grupos subversivos como la guerrilla; organización que en los sesenta no precisamente estaba conformada por gente salida de la montaña como fuerza liberadora de algún tipo de opresión (acepción común del termino guerrillero), sino que estaba integrada por un intelectual burgués o, en su mayoría, un estudiante universitario socialista que nunca había pasado por una picada de culebra o cargado peso.

Desde Cuba, la guerrilla sembró la semilla de la nueva nomenklatura latinoamericana y se dedicaba, según Rangel (2009) a lo siguiente:

El problema reside en desconyuntar los ejércitos, desmoralizar las burguesías y preparar las masas para tomar parte en la conquista del poder y en la construcción de la nueva sociedad socialista. Ambas facetas del problema pueden ser resueltas con un solo instrumento, cuya eficacia había sido demostrada en Cuba: el foco guerrillero, el cual es superficialmente sólo un expediente militar, pero que en realidad logra tres objetivos políticos decisivos: 1. Crea la verdadera vanguardia revolucionaria, 2. provoca los ejércitos nacional-traidores a una lucha para la cual no están preparados, y los destruye, y 3. por su existencia y sus hazañas militares, politiza a las masas (son el “motorcito” que pone en marcha el gran motor de las masas) con lo cual se prepara el terreno para el último acto del drama revolucionario, la huelga general o la insurrección urbana sobre las cuales se apoyará la toma del poder. (p. 211).

La imagen del guerrillero revolucionario se insertó en cada una de las personalidades oprimidas de Latinoamérica, al parecer, la pobreza de la región es a causa de la burguesía, el capitalismo, los americanos, la clase media; por lo que la lucha debe darse no solo políticamente sino a través de las armas y la coacción (aunque ahora están haciendo el trabajo en ambos campos, como el partido de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC o ejército del pueblo, fundado en 1964).

Sin embargo, siempre fue así, visto al sistema desde la victima vengativa, la nomenklatura revolucionaria logró permear tan vorazmente en el subconsciente de los ciudadanos, al punto de olvidar atrocidades, no reconocer al trabajo y el ahorro como fuentes generadoras de riqueza y aceptar que los beneficios del Estado son un derecho, por lo que deben exigirse. De esta manera, ganan cargos públicos con votaciones libres y acaban con los recursos de la región en beneficio propio; el mafioso ruso se trasforma en un magnate guerrillero.

Los “oprimidos” convencidos de que debían recibir compensación por no ser un país de primer mundo, presumieron que la gobernabilidad de la nomenklatura no solo debía planificar, dirigir, ejecutar y controlar las instituciones y los recursos sino, darles equitativamente a cada quien lo que le corresponde sin esfuerzo alguno, solo por haber sido colonizados. La dependencia de los desposeídos, coloca en un estado privilegiado a la nomenklatura, lo cual, mediante el voto la legítima; sin darse cuenta que cada vez más sus libertades son expoliadas.

En cuanto a las tres dimensiones de la gobernabilidad en democracia como la eficiencia, legitimidad y la institucionalidad, en la gobernabilidad de la nomenklatura éstas se desenvuelven de la siguiente manera:

-     Utilización política de recursos económicos y oportunidades de alianzas estratégicas en manos del Estado para persuadir, crear dependencias y no responsabilidad individual. Posee desempeño corrupto, soborna a favor del apoyo al régimen tiránico o, cuando menos, mediante el clientelismo político para manejar la indiferencia ante su despliegue y consolidación.

-     Emprende el reconocimiento mediante la coacción defensiva e ideológicamente radicalizada usando la democracia participativa y protagónica, en contra de la república liberal representativa que se caracteriza por el imperio de la ley y las libertades individuales, lo que permite la pérdida del Estado de derecho. También obtiene legitimidad mediante el paternalismo.

-     Establecimiento de instituciones pervertidas, cada vez más descontextualizadas del marco de la institucionalidad jurídico política, los poderes ejecutivo, legislativo, judicial y electoral se cohesionan con la fuerzas militares, la banca, telecomunicaciones, aduanas y tributos; con el objetivo de fragmentar influencias y tejer sus propias redes y alianzas que favorezcan a causa del régimen. Se crea un partido político único que ayuda a la centralización del poder.

Estas dimensiones se combinan con algunas acciones propias de sistemas despóticos, que en el camino de acumulación de poder, abolen libertades con acciones progresivas emanadas de la guía de Marx y Engels (2009) en contra de la propiedad privada, la descentralización, el aumento de los impuestos, las nacionalizaciones, el adoctrinamiento por medio de la educación pública y gratuita. Veamos algunas:  

La nomenklatura y el aumento del gasto público

La nomenklatura debe justificar su posición en el poder. Poco a poco, el Estado se convierte en un cien pies que crece tanto como la unificación de fuerzas (mediante pactos o negocios comprometedores) lo hace posible, creándose las condiciones necesarias para que tanto la ciudadanía como las instituciones competentes para ello, no puedan fiscalizar las partidas.

Para detallar, se regalan viviendas equipadas con muebles y electrodomésticos con años de gracia para cancelar, se pintan viviendas gratis, se dan becas por ser madre, anciano, desempleado, niño, indígena, discapacitado, deportista; se subsidian automóviles, cauchos, baterías automotrices; se importa comida y medicinas ya que la producción nacional la desaparecen, lo cual implica convenios internacionales caracterizados por intercambios (petróleo por comida, por ejemplo), también se otorgan créditos a diestra y siniestra y no hay control alguno sobre ninguna de estas actividades paternalistas. Son múltiples las formas en las que la nomenklatura demuestra su eficiente manera de obtener votos, es por ello que el socialismo se autodenomina como democrático.

En este sentido, para lograr lo descrito anteriormente, una de las maneras en que la nomenklatura obtiene los recursos es siendo empresaria, sea por la expropiación de la propiedad privada, nacionalizaciones o compra de empresas amenazadas por la presión estatal; lo cual hace posible la tesis marxista de que la revolución debe hacerse dueña de los medios de producción. La nomenklatura se hace dueña de una telaraña sistematizada de planes paternalistas para “los desposeídos” pero, la realidad es que además de mantenerse demagógicamente en el poder, la nomenklatura se hace millonaria al meterle las manos al tesoro público y crea tales empresas como hechuras propias.

El proyecto estatizador de la nomenklatura acude a los elementos más fundamentales de la sociedad para desestabilizarlos: salud, justicia, seguridad, educación, abastecimiento de servicios y bienes de consumo. Todo ello proveniente de la dependencia financiera con los recursos propios del país, como por ejemplo, el mercado petrolero internacional y la distribución de las rentas de la comercialización del petróleo en la sociedad.

Este cáncer termina haciendo metástasis. La nomenklatura desarrolla lazos con organizaciones, empresarios, sindicatos y otros gremios que ideológicamente son “opositores” pero ante la intervención estatal en la economía, presión fiscal y beneficios por colaborar con el régimen, ceden y por ende, se crean alianzas. Aquí se unen también las fuerzas políticas, por ejemplo, entre socialismo y socialdemocracia no hay mucha diferencia (socialismo carnívoro y socialismo vegetariano o light), de hecho una es consecuencia de la otra. Al no existir una tradición republicana, que gire en torno al ciudadano, donde el Estado es un subordinado de éste, se crean las condiciones favorables para que con un esfuerzo planificado, sistemático, organizado; la nomenklatura se injerte dentro del aparato público y destruya la confianza en los sistemas democráticos.   

La nomenklatura y el uso del neolenguaje

Las acciones políticas de la nomenklatura usan como instrumento al neolenguaje para dividir, glorificar, engañar y confundir al público. Con la neolengua, la demagogia y la retórica; es posible que la ciudadana logre aceptar frases como: guerra es paz, hambrientos pero felices, esclavitud es libertad. George Orwell en su libro 1984 hizo uso de ello para dejar en claro que el lenguaje es lo que nos hace humanos, pero también logra deshumanizarnos. Es tan poderoso el uso del neolenguaje que se pierde la autonomía de la vida cotidiana de los seres que padecen regímenes tiránicos dominados por la nomenklatura.

Conclusión

La nomenklatura está llena de errores, abusos y depredación del poder perpetrado por quienes han usado la vía del voto popular para arruinar a un país. Sin embargo, los acuerdos, convenios, contrataciones y demás compromisos contraídos la hacen eficiente, no para salir del tercermundismo sino para alimentar sus propias fortunas. La república deja de existir ante tanto despilfarro, la diáspora del ciudadano profesional competente dejan desoladas las oportunidades de recuperación próxima, el ciudadano se encuentra desmoralizado y las huellas de libertad se desaparecen en la medida que la nomenklatura se afianza en el poder.
El temor a perder las dadivas de su micro capitalismo los hace caer en la ilegalidad, la desinstitucionalización, lo perverso, la censura, la represión, la violencia y cualquier otra atrocidad para callar el clamor común. Son el espejo del titán Cronos de la mitología griega, que se devoraba a cada uno de sus hijos por saber que algún día se insurreccionarían contra él.

 

Se infunde así una oligarquía parasitaria y resentida, pero eficiente en el pleno cumplimiento del objetivo socialista, aunque no produzcan con sus propias manos ni un centavo de dólar. Todo ello es llevado a cabo con la expoliación de la ciudadanía que la legitima con tal de conseguir beneficios del paternalismo estatal y con la complicidad de los camaradas a nivel mundial. No obstante, hay una solución, la gobernabilidad de la nomenklatura se frena con república, con independencia de poderes, con descentralización, federalismo, respeto al individuo, propiedad privada y libre mercado. 
  

Referencias Bibliográficas


Aristóteles. (1988). Política. Madrid: Gredos.
Bobbio, N. (1986). El futuro de la democracia. Recuperado el 09 de 10 de 2017, de https://socialesenpdf.files.wordpress.com/2013/09/bobbio-norberto-el-futuro-de-la-democracia-1986.pdf
Camou, A. (2013). Gobernabilidad y Democracia. Recuperado el 08 de 10 de 2017, de http://portalanterior.ine.mx/archivos3/portal/historico/recursos/IFE-v2/DECEYEC/DECEYEC-CuadernosDivulgacion/2015/cuad_6.pdf
Chávez, H. (2007). Proyecto Nacional Simón Bolivar. Primer Plan Socialista. Recuperado el 09 de 10 de 2017, de http://www.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2011/03/Proyecto-Nacional-Sim%C3%B3n-Bol%C3%ADvar.pdf
Chávez, H. (2012). Propuesta del Candidato de la Patria Comandante Hugo Chávez para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-2019. Recuperado el 09 de 10 de 2017, de http://gobiernoenlinea.gob.ve/home/archivos/PLAN-DE-LA-PATRIA-2013-2019.pdf
Figes, O., & Kolonitskii, B. (2001). Interpretar la Revolución Rusa. El lenguaje de los simbolos de 1917. Madrid: Blibioteca Nueva.
Marx, K., & Engels, F. (2000). Manifiesto Comunista. Recuperado el 10 de 10 de 2017, de https://sociologia1unpsjb.files.wordpress.com/2008/03/marx-manifiesto-comunista.pdf
Rangel, C. (2009). Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario. Recuperado el 12 de 10 de 2017, de http://cedice.org.ve/wp-content/uploads/2014/03/Del-Buen-Salvaje-al-Buen-Revolucionario.pdf
Voslensky, M. (1982). La nomenklatura: los privilegios de la URSS. Barcelona: Argós.






[1] Tan sólo mencionar a Mateo 27:22 (Versión Reina-Valera 1960) en donde se cuenta el conocido relato en el que Poncio Pilatos pregunta ante la gente a quien dejaría con vida, si a Jesús o a un ladrón. Debido a que estaban cegados por las palabras del déspota, todos prefirieron al ladrón. Tenemos más de 2000 años cometiendo errores de este tipo, gracias a la vulnerabilidad del gobierno del pueblo, de la elección de la mayoría.
[2] “El proletariado pasa por diferentes fases de evolución. Su lucha contra la burguesía comienza desde su nacimiento.” (Marx y Engels, 2000, p. 39).
[3] Camarada es una palabra que proviene de la vida militar europea y está relacionada con la amistad entre soldados. Fue tomada por la Revolución Rusa para eliminar los términos de la nobleza como monseur (señor), madame (señora) y ciudadano. Poseía connotación ideológica de tinte comunista y revolucionario, los presos políticos no podían usarla. En Latinoamérica varió entre compañero y camarada para los mismo fines. (Figes y Kolonitskii, 2001).

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